Los
profesionales de las artes escénicas sabemos que estudiar interpretación nos ayuda a saber cómo somos, a detectar
virtudes, defectos, clichés que habitan en nuestro interior y a aprender a
manejarlos mejorando unos, eliminando otros.
El
mimo y la pantomima sirven para
aprender cómo son los otros, nos hacen buenos observadores, recreamos el mundo
externo formalmente.
Las
técnicas de máscara nos rebelan cómo
nos gustaría ser realmente pues ayudan a emerger los deseos y las acciones
ocultas que se depositan en nuestro subconsciente.
La
danza nos enseña a sentir la energía
cinética que palpita en la naturaleza.
El
clown
desnuda nuestra alma y entonces aparece el niño interior dispuesto a quitarnos
la venda de los ojos para ver de verdad, sin esfuerzo.