La
danza integrada nos acerca a un mundo donde un grupo diverso de personas con
discapacidad física junto a otras sin ella comparten la experiencia de
practicar juntas técnicas de danza teatro o contemporáneas.
Resulta
enriquecedor mezclar bailarines profesionales con otros en sillas de ruedas, con
parálisis cerebral o con el sentido auditivo o de la vista afectados.
Se
trata de una experiencia en la que se ayuda a que estas personas puedan captar
la esencia y la emoción de la danza activando otros resortes:
-
Ser
acompañados en la ejecución de los movimientos por otro ser humano.
-
Integrar las
partes de su cuerpo que le permitan registrar una limitada pero rica gama de
movimientos.
-
Utilizar
solamente el tren superior del cuerpo o sólo un parpadeo, mover los dedos…
-
Usar aparatos
cómo extensión del mismo cuerpo: silla de ruedas, muletas, prótesis…
-
Darle mayor importancia a la vibración del
sonido.
-
Prestar atención
a los sucesos inesperados.
-
Despertar las
emociones a través del juego corporal con los otros.
Debemos
entender que una persona discapacitada puede ser en toda regla un bailarín
profesional integrado en una compañía, junto a bailarines convencionales.
Precisamente la sinergia y la experimentación son la base de la danza
contemporánea y la danza teatro, en donde cualquier cuerpo tiene mucho que
aportar a la expresión corporal en la búsqueda de nuevos lenguajes.
La
empatía es la principal herramienta del coreógrafo y profesor de danza
integrada; esto es, saberse identificar con las posibilidades de los otros y
provocar que cada uno pueda aportar algo propio y singular.
Danza
sin restricciones ni elitismos. Todos aprenden de todos.