La única victoria verdadera que
nos tiene que importar en la vida es el vencer y superarse a uno mismo.
Aprender a conocernos, valorarnos
y desarrollar nuestras habilidades naturales sin entrar en competencia con nada
ni nadie. Pulir nuestro carácter, prestar atención a nuestros defectos, fuente
generadora de obstáculos, sabiendo que a veces aquéllos son señaladores de
verdad, maestros internos que nos despiertan del letargo.
La mejor disciplina que existe es
la que nos autoimponemos, en el sentido de establecer un método u orden que nos ayude a entrenar, a aprender, a insistir.
En cambio, una disciplina forzosa,
impuesta obligatoriamente por otros, será improductiva, nos mermará hasta el
hastío y traerá conflictos.
No hay premio, ni objetivo
excepto el de saber que la prioridad es ser la mejor versión posible de
nosotros.
Espíritu, mente, cuerpo…
Ser, hacer, tener...