La palabra “meditación” proviene del latín “meditatio”, que
originalmente indica un tipo de ejercicio intelectual. Por eso, en Occidente,
se ha utilizado el término “contemplación”
para un significado espiritual o religioso.
Por influencia de las tradiciones orientales (Budismo, Taoísmo,
Yoga, Vedanta), el vocablo “meditación”
volvió a adquirir un uso popular aunque hay que hacer notar que estas prácticas
no son ajenas a la cultura occidental. Basta recordar las escuelas gnósticas,
los místicos cristianos y prácticas similares en la tradición celta (como
demuestran hallazgos arqueológicos).
Las técnicas de meditación pueden ser clasificadas según su
enfoque. Hay métodos activos o estáticos. A veces se utilizan cualidades y formas
(mantras, símbolos psíquicos, yantras, mandalas, figuras devocionales,
visualizaciones) o no (meditar sobre ideas abstractas, el Ser, el Absoluto). Se
trata de una experiencia vivencial que permite a cada persona hallar la
práctica que más se ajusta a su idiosincrasia.
Diferentes escuelas esotéricas centran sus prácticas en estos
aspectos:
* Sentir el silencio interior.
* Aquietar la mente.
* Centrarla para observar los fenómenos de manera objetiva.
* Potenciar la capacidad de visualización.
* Activar los centros de energía internos.
* Lograr la identificación con un arquetipo ideal.
* Despertar niveles de consciencia elevados.
En cualquier caso, para descubrir nuestra verdadera
naturaleza aprendiendo a discernir con claridad.